Cuando los precios suben más rápido que los salarios, el poder adquisitivo cae. Esta observación, aunque evidente, no agota el problema. Lo verdaderamente relevante es comprender por qué esta dinámica se repite de manera sistemática en Argentina, incluso durante períodos de crecimiento económico o estabilización transitoria.
Detrás de la estadística hay una disputa teórica fundamental: ¿cómo se determinan realmente los salarios en una economía? ¿Es el mercado quien los fija automáticamente o son resultado de un conflicto de poder entre actores desiguales? ¿La inflación es causa o consecuencia de los problemas salariales?
Este artículo examina estas preguntas combinando teoría económica, evidencia empírica y experiencia histórica. La trayectoria argentina, junto con episodios exitosos como el Plan Real brasileño o la estabilización israelí de los años ochenta, ofrece lecciones cruciales sobre los vínculos entre inflación, salarios y gobernanza del conflicto distributivo.
1. La inflación como campo de batalla distributivo
El salario no es simplemente un precio que emerge del encuentro entre oferta y demanda laboral. Es el resultado visible de un conflicto institucionalizado entre actores con poder desigual: empresas que fijan precios, trabajadores que negocian salarios nominales, y un Estado que arbitra (o no) ese conflicto.
Desde la perspectiva estructuralista latinoamericana y poskeynesiana, la inflación cumple una función específica en ese conflicto: redistribuye ingresos de manera opaca. Mientras los precios se ajustan casi inmediatamente ante cualquier shock (devaluación, suba de costos, expectativas), los salarios están atados a la rigidez de contratos, negociaciones paritarias periódicas y dinámicas institucionales más lentas.
📌 Concepto clave: Teoría del mark-up
Las empresas no fijan precios sumando costos y aceptando cualquier margen. Según Michal Kalecki, agregan un margen de ganancia (mark-up) que depende de su poder de mercado. En contextos oligopólicos o con alta concentración económica, este margen puede ser sustancial y relativamente estable.
La fórmula simplificada: Precio = Costos × (1 + mark-up)
Cuando los costos suben (salarios, insumos importados, impuestos), las empresas trasladan el aumento a precios y además mantienen su margen. Esto genera inflación incluso sin expansión monetaria descontrolada.
El mecanismo de licuación
Imaginemos el siguiente escenario, típico de la Argentina de las últimas décadas:
- Enero: se negocia un aumento salarial del 30% anual (2,5% mensual)
- Febrero-marzo: el tipo de cambio salta 40%
- Abril: los precios ya subieron 35%, pero el salario apenas aumentó 7,5%
- Resultado: pérdida temporal del poder adquisitivo hasta la próxima negociación
Este “rezago institucional” no es neutral. Roberto Frenkel demostró que estas asimetrías temporales generan transferencias involuntarias desde el trabajo hacia sectores con mayor poder de fijación de precios: grandes empresas, sectores formadores de precios, y el propio Estado vía impuesto inflacionario.
El laboratorio de la crisis 2001-2002
La crisis de 2001-2002 constituye un caso extremo de ajuste vía inflación. Entre diciembre de 2001 y diciembre de 2002:
- El salario real cayó 27% (según INDEC)
- El coeficiente de Gini aumentó de 0,502 a 0,534
- La pobreza saltó del 38% al 58% de la población
- La rentabilidad empresarial en sectores transables se duplicó
Este “ajuste desordenado” permitió recomponer cuentas fiscales y márgenes empresariales en tiempo récord, pero a costa de una transferencia de ingresos sin precedentes desde el trabajo hacia el capital. La posterior recuperación (2003-2007) no revirtió completamente esta redistribución regresiva.
Desde esta óptica, la inflación aparece como una herramienta de ajuste regresivo: eficaz desde el punto de vista macroeconómico para resolver desequilibrios, pero socialmente costosa y políticamente deslegitimadora.
2. La réplica liberal: productividad como límite estructural
La lectura estructuralista, argumentan economistas neoclásicos y monetaristas, confunde síntomas con causas profundas. Centra el análisis en la licuación inflacionaria pero ignora la pregunta fundamental: ¿por qué los salarios son bajos en primer lugar?
Según la teoría de la productividad marginal, el salario real de equilibrio no lo determina la inflación sino la capacidad de la economía para generar valor por cada hora trabajada. Una economía que produce poco por trabajador solo puede pagar salarios bajos de manera sostenible. La inflación no explica ese nivel bajo; solo lo hace más volátil e impredecible.
El argumento en su versión fuerte
Si se intenta elevar salarios por encima de lo que permite la productividad mediante:
- Decretos de aumentos nominales
- Indexación automática
- Restricciones a despidos que encarecen la contratación
…el resultado será alguna combinación de:
- Mayor inflación (las empresas trasladan costos a precios)
- Más desempleo (especialmente entre jóvenes y trabajadores no calificados)
- Mayor informalidad (las empresas evaden costos laborales)
- Menor inversión (incertidumbre sobre costos futuros)
El laboratorio de la Convertibilidad
Argentina ofrece un experimento casi controlado para evaluar esta hipótesis. Durante 1991-2001:
- La inflación se eliminó (incluso hubo deflación en 1999-2001)
- La estabilidad nominal fue total y sostenida por una década
- Sin embargo, el salario real promedio en 2001 era similar al de 1991
- Peor aún: el desempleo pasó de 6% a 18%, y la informalidad se disparó
¿Por qué la estabilidad no se tradujo en mejoras salariales? Porque coexistió con:
- Tipo de cambio sobrevaluado que destruyó buena parte de la industria nacional
- Apertura comercial sin política de reconversión productiva
- Reformas laborales que precarizaron el empleo y debilitaron la negociación colectiva
- Desmantelamiento del Estado como coordinador de transformación industrial
La conclusión neoclásica matizada
Controlar la inflación es condición necesaria para la estabilidad del salario real, pero de ningún modo suficiente para su crecimiento sostenido. Sin acumulación de capital físico, innovación tecnológica y mejoras organizacionales que eleven la productividad, cualquier ganancia salarial será transitoria o ilusoria.
Este episodio histórico sugiere que la ausencia de inflación puede coexistir con destrucción del tejido productivo, aumento del desempleo y precarización laboral. La estabilidad nominal, por sí sola, no garantiza prosperidad distributiva.
3. El dilema argentino: entre la espada monetaria y la pared productiva
La tensión entre ambas visiones no es meramente académica. Define opciones de política concreta con consecuencias reales sobre el bienestar de millones de personas.
Camino A: Estabilizar primero, distribuir después
Prioridad: eliminar la inflación vía disciplina monetaria y fiscal rigurosa
Mecanismos: ancla cambiaria o metas de inflación estrictas, superávit fiscal primario, control del crédito
Riesgo: recesión prolongada, aumento del desempleo, conflictividad social
Ejemplo histórico: Convertibilidad 1991-2001 (exitoso en estabilizar, fallido en generar crecimiento sostenible)
Camino B: Distribuir para crecer
Prioridad: sostener demanda agregada y empleo como motor de inversión
Mecanismos: política salarial expansiva, gasto público contracíclico, tipo de cambio competitivo
Riesgo: espiral inflacionaria, fuga de capitales, crisis de balanza de pagos
Ejemplo histórico: Kirchnerismo 2007-2015 (exitoso en mantener empleo, fallido en preservar estabilidad)
Camino C: Coordinación institucional
Prioridad: acuerdo social sobre distribución del ingreso + política industrial activa
Mecanismos: pactos de ingresos, mesas de diálogo sectorial, inversión pública estratégica
Desafío: requiere confianza mutua, instituciones sólidas, horizonte de largo plazo
Ejemplos históricos: Israel 1985, Plan Real brasileño (exitosos en ambas dimensiones)
Argentina ha oscilado históricamente entre los caminos A y B sin lograr consolidar el camino C. La pregunta central es si las condiciones políticas, institucionales y sociales actuales permiten construir ese tercer camino.
4. Tres caminos hacia la estabilización: comparación internacional
| Dimensión | Argentina (Convertibilidad 1991) | Brasil (Plan Real 1994) | Israel (1985) |
|---|---|---|---|
| Inflación inicial | 2.314% anual | 2.406% anual | 445% anual |
| Mecanismo central | Tipo de cambio fijo + privatizaciones | Desindexación + nueva moneda | Política de ingresos negociada |
| Salario real (5 años después) | Estancado | +35% (sectores bajos) | +15% |
| Empleo formal | -18% | +12% | +8% |
| Sostenibilidad | Colapso en 2001 | Sostenido 30+ años | Sostenido 40+ años |
4.1. Brasil: cuando estabilizar significa redistribuir
El Plan Real, implementado en 1994 bajo la conducción de Fernando Henrique Cardoso, es probablemente el caso más exitoso de estabilización en América Latina. Su diseño tuvo tres pilares innovadores:
Desindexación gradual: En lugar de eliminar la indexación de golpe, se creó una unidad de cuenta (URV) que permitió coordinar expectativas y facilitar la transición hacia la nueva moneda.
Eliminación del impuesto inflacionario: La estabilización benefició desproporcionadamente a los sectores de menores ingresos, que no tenían acceso a mecanismos de protección contra la inflación (cuentas remuneradas, dolarización de ahorros).
Capacidad productiva ociosa: Brasil tenía margen para absorber el aumento del consumo sin generar cuellos de botella inflacionarios inmediatos.
El resultado fue una recuperación inmediata del poder adquisitivo, particularmente en los deciles más bajos de la distribución. El salario mínimo real aumentó más del 35% en los primeros cinco años post-estabilización.
Sin embargo, el éxito brasileño no puede atribuirse exclusivamente a la estabilización monetaria. El programa estuvo acompañado por un diseño institucional que evitó una contracción severa de la demanda agregada y por una estructura productiva diversificada con capacidad para responder al aumento del consumo.
4.2. Israel: la coordinación como tecnología política
En 1985, Israel enfrentaba un proceso hiperinflacionario que amenazaba con destruir el tejido económico y social del país. La inflación alcanzaba el 445% anual y las expectativas estaban completamente desancladas.
El programa de estabilización israelí tuvo características únicas:
Política de ingresos explícita: El gobierno acordó con la central sindical Histadrut una suspensión temporal de la indexación salarial. Crucialmente, la caída inicial del salario real fue reconocida y negociada, no impuesta de manera implícita a través de la inflación.
Sacrificio compartido: Junto con el congelamiento salarial, se implementaron recortes en el gasto público y aumentos de impuestos. Los costos del ajuste se distribuyeron entre diferentes sectores sociales.
Horizonte de transformación productiva: La estabilización se complementó con políticas de desarrollo de sectores de alta tecnología, lo que permitió consolidar mejoras salariales en un contexto de estabilidad.
Tamaño y cohesión social: Israel tenía una economía mucho más pequeña y homogénea que Argentina, lo cual facilitó la coordinación entre actores sociales.
La posterior recuperación salarial se apoyó en un proceso genuino de transformación productiva. Israel pasó de ser una economía agrícola e industrial tradicional a convertirse en una potencia tecnológica global, lo que elevó estructuralmente la productividad y los salarios.
Este caso cuestiona la idea de que la inflación sea el único enemigo del salario. Sugiere, en cambio, que la forma en que se gobierna el conflicto distributivo durante la transición hacia la estabilidad resulta tan relevante como la estabilización misma.
4.3. Argentina: el espejismo de la estabilidad sin transformación
La Convertibilidad argentina logró eliminar la inflación de manera dramática: de 2.314% en 1990 a menos del 1% en 1996. Sin embargo, no generó mejoras salariales sostenidas ni transformación productiva.
Fortalezas del plan:
- Eliminación rápida de la inflación
- Recuperación de la confianza en la moneda
- Estabilidad de precios relativos
Debilidades estructurales:
- Destrucción de cadenas productivas por apertura sin reconversión
- Tipo de cambio sobrevaluado que hizo inviable la industria nacional
- Dependencia creciente del financiamiento externo
- Rigidez cambiaria que impedía ajustes ante shocks externos
El resultado fue un crecimiento sin empleo (jobless growth) durante buena parte de la década, seguido de una crisis devastadora que terminó con la estabilidad conseguida.
La lección argentina es clara: la estabilización nominal sin transformación productiva genera un equilibrio frágil y socialmente insostenible.
5. Lecciones para el debate argentino contemporáneo
La teoría económica y la evidencia histórica permiten establecer tres afirmaciones sólidas:
Primera: La inflación es incompatible con salarios estables
La inflación alta y persistente es incompatible con salarios reales estables y crecientes. No existe ningún caso exitoso de país que haya mejorado sostenidamente el ingreso laboral con inflación de dos o tres dígitos. Estabilizar es condición necesaria.
La volatilidad de precios introduce incertidumbre, desalienta la inversión productiva, distorsiona la asignación de recursos y genera conflictos distributivos permanentes. Ninguna economía puede prosperar en ese contexto.
Segunda: La estabilización no garantiza automáticamente mejora salarial
La estabilización monetaria por sí sola no garantiza mejora salarial. Puede coexistir con:
- Estancamiento distributivo (Argentina 1991-2001)
- Crecimiento pro-capital (Chile años 1980)
- Mejora distributiva (Brasil post-1994)
El resultado depende del diseño institucional, la política industrial y las coaliciones sociales que acompañen el proceso de estabilización.
Tercera: La gobernanza del ajuste determina su sostenibilidad
La forma en que se gobierna el conflicto distributivo durante la transición hacia la estabilidad importa tanto como la estabilización misma.
Los ajustes desordenados (Argentina 2002) imponen costos sociales altísimos, generan cicatrices distributivas duraderas y destruyen la confianza en las instituciones. Las coordinaciones negociadas (Israel 1985, Plan Real) distribuyen costos más equitativamente, generan consensos sostenibles y facilitan transformaciones productivas de largo plazo.
6. Reflexión final: construir estabilidad con transformación
Tras cuatro décadas de alta inflación, tres defaults, dos hiperinflaciones y múltiples crisis cambiarias, Argentina enfrenta una encrucijada conocida: ¿cómo estabilizar sin reproducir los errores de los años noventa? ¿Cómo evitar que la estabilización se convierta en sinónimo de estancamiento salarial?
Las experiencias internacionales exitosas sugieren que no hay atajos. Se requiere un equilibrio delicado entre:
Disciplina macroeconómica creíble
- Consistencia fiscal sostenible en el tiempo
- Política monetaria con metas claras y anticipo de medidas
- Gestión cambiaria que evite tanto la sobrevaluación como la volatilidad extrema
Política industrial que eleve productividad
- Inversión en sectores transables de alto valor agregado
- Desarrollo de capacidades tecnológicas y capital humano
- Integración inteligente en cadenas globales de valor
Instituciones laborales que coordinen sin rigidizar
- Negociación colectiva que refleje productividad sectorial
- Flexibilidad para ajustes sin precarización masiva
- Protección del trabajador más que del puesto específico
Acuerdos sociales que distribuyan costos equitativamente
- Reconocimiento explícito de los sacrificios necesarios
- Distribución negociada del ajuste entre sectores
- Horizonte de recuperación creíble y verificable
Ninguna de estas condiciones es imposible de alcanzar. Pero todas exigen algo que ha sido esquivo en la historia argentina reciente: un horizonte de política de Estado que trascienda ciclos electorales y grietas ideológicas.
El desafío no es técnico sino político: construir coaliciones capaces de sostener transformaciones que requieren años para madurar, en un contexto donde la urgencia social presiona por resultados inmediatos. Sin esa base institucional, cualquier estabilización será, una vez más, transitoria.
La pregunta que queda abierta es si la sociedad argentina, tras décadas de experimentos fallidos, está dispuesta a construir los consensos necesarios para un camino diferente. Un camino que no repita el ajuste desordenado de 2002 ni la ilusión sin transformación de los años noventa, sino que combine estabilidad con desarrollo productivo y mejora genuina del nivel de vida.
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